QUIPUKAMAYOC 27(53) ENERO-ABRIL, 2019: 19-24 

Código DOI http://dx.doi.org/10.15381/quipu.v27i53.15981

ARTÍCULO ORIGINAL

FRENTE AL CAMBIO DE PARADIGMA EN EL MERCOSUR: UNA RECAPITULACIÓN DE SUS ÚLTIMOS VEINTE AÑOS

IN THE FACE OF A SHIFT OF PARADIGM IN MERCOSUR: A SUMMARY OF ITS LAST TWENTY YEARS

Priscila Castañeda Oré
Universidad Nacional del Callao
Lima, Perú
Priscila_castaneda@hotmail.es

Julio Francisco Villarreal
Universidad de Buenos Aires.
Buenos Aires, Argentina
Julio.villarreal@coleurope.eu

 

RESUMEN

Objetivo: Este documento comprende la revisión bibliográfica de las relaciones políticas y comerciales a intramuros y extramuros del Mercosur (tanto en relación con sus miembros como respecto a sus socios comerciales), desde su génesis hasta las postrimerías del gobierno de Dilma Roussef y Cristina Kirchner. En ese sentido, se intentará evidenciar cuan provechoso pudo haber resultado que tanto Argentina como los demás socios del bloque, adscribieran a la estrategia geopolítica en virtud de la cual, el socio mayor del bloque, Brasil, rigió su estrategia político-comercial con el bloque desde los inicios de este hasta la conclusión del gobierno de referencia. Método: Análisis descriptivo en función de la revisión bibliográfica dirigida al análisis de las estrategias políticas y comerciales adoptadas por los países miembros del Mercosur. Se ponderó, preeminentemente, el examen de la política económica de Brasil y, en menor medida, de la Argentina, desde que los mentados constituyen las principales economías del esquema de integración de referencia. Resultados: Los resultados evidencian que la estrategia adoptada por Brasil, propia de un global trader pero con priorización del interés nacional, tuvo efectos positivos no solo a nivel comercial, sino también a nivel político; mientras que los demás países del bloque basaron sus estrategias en intereses económicos poco definidos e inestables, según la administración de turno, cuyas implicancias debilitan la cooperación.Conclusión: Se sostendrá que, al no haber seguido la estrategia brasileña por parte de los miembros menores del Mercosur, constituyó un error de carácter económico y político.

Palabras clave: Mercosur, desarrollo, global trader, paradigma, recapitulación.

ABSTRACT

Objective: This document includes the bibliographic review of The Southern Common Market’s (Mercosur) intramural and extramural political and commercial relations both in relation to its members and in relation to its commercial partners from its genesis to the end of the government of Dilma Roussef and Cristina Kirchner. In that sense, an attempt will be made to demonstrate how profitable it could have been that both Argentina and the other block members ascribed to the geopolitical strategy under the bloc’s biggest partner Brazil who ruled its political-commercial strategy with the bloc from its beginning until the conclusion of the afore-mentioned government. Method:A descriptive analysis based on a bibliographic review aimed at analyzing the political and commercial strategies adopted by the member countries of Mercosur. Additionally, since the economic policy of Brazil and to a lesser extent the economic policy of Argentina constitute the main economies of the reference integration scheme an examination of both was preeminently considered.
Results:The results show that the strategy adopted by Brazil, a typical global trader, who prioritized its national interest had positive effects not only at the commercial level, but also at the political level while the other countries of the bloc based their strategies on poorly defined and unstable economic interests, according to the current administration, whose implications weakened cooperation.Conclusion:It is claimed that the failure to follow the Brazilian strategy on the part of the smaller Mercosur members constituted an economic and political error.

Keywords: Mercosur, development, global trader, paradigm, recapitulation.

INTRODUCCIÓN

Bien decían Hamilton, Madison y Jay (1994) que “todas las instituciones crecen y florecen en proporción al número e importancia de los medios para formarlas y mantenerlas” (p.44). Al respecto, se puede precisar que, el decurso histórico del Mercosur, desde finales de la década de 1980 puede constituir un claro paradigma de la voluntad política propendiente a reconocer y conciliar con la propia realidad económica y social los aparentes beneficios que los procesos de integración del mentado nuevo regionalismo (De la Reza, 2006) podía depararle. En tal sentido, la instrumentación de tales políticas de integración, cuya conclusión supuso la celebración de los acuerdos constitutivos del Mercosur, importaron ventajas económicas tangibles, directas e indirectas, que tal incipiente intercambio supo traer para sus miembros.

Entre tales ventajas puede referirse el acceso a un mercado de características exponencialmente mayores que los nacionales, la creciente integración productiva de factores de capital y la práctica de políticas estaduales conjuntas que fomentaran tal intercambio. Tales ventajas supusieron el desarrollo de una capacidad, si se quiere, operativa del Mercosur, para desempeñarse como un instrumento de intercambio mercantil y financiero contra-cíclico a las crisis económicas que debieron sobrellevar las economías del bloque en los últimos dos decenios. No de otro modo puede interpretarse el hecho de que, en los años subsiguientes a su creación, el comercio intrazona del Mercosur se disparó desde los 4.1 miles de millones de dólares estadounidenses (1990) a 20.2 miles de millones siete años después (Jacobo y Barraud, 2013), en un decenio signado por fuertes debacles financieras. El hecho de que el Mercosur haya permanecido como el único mercado mundial no arancelado para morigerar tales contingencias, sumado a las características hiperbólicas del mercado interno del socio mayoritario del bloque-que fomentaban la radicación de inversiones en terceros miembros para producir bienes transables susceptibles de serle exportados a este último posteriormente  (Lavagna, 1999)  fueron factores que incidieron a la hora de morigerar tales crisis.

El Mercosur, al menos hasta el fin de la presidencia de Dilma Roussef en Brasil y Cristina Kirchner en Argentina, constituyó un proyecto político, y cualquier análisis que evite o rehúse partir de tal premisa hallará una superfluidad o vacuidad argumentativa a la hora de establecer criterios de ponderación que permitan abocarse a un tal objetivo. Ello desde que, incluso en sus orígenes el Mercosur, tal y como lo concibieron sus profetas primigenios, no fue otra cosa que un proyecto para la construcción de una suerte de “confianza en seguridad”  (Lavagna, 1999), que propendía no solo a afianzar y desarrollar una posición política sudamericana común frente a un sinnúmero de materias que comenzaban a ser discutidas con mayor intensidad en los foros políticos internacionales, sino que, además, se orientaba a suprimir definitivamente el recelo y desconfianza que las relaciones diplomáticas entre Argentina y Brasil habían tratado de soslayar casi desde los inicios de su existencia como Estados independientes. En efecto, y tal y como suscribiera “...El Mercosur como proyecto político y como instrumentación jurídica es un proceso abierto que no reconoce un estadio final...”. (Gross,1997, p.46)

En consecuencia, y como se refirió, al menos hasta el fin de los gobiernos tanto de Cristina Kirchner como de Dilma Roussef, la articulación de políticas comerciales y mercantiles, así como de aquellas que no fueron sino correlato de estadios más profundos de los procesos de integración regional (coordinación de políticas monetarias y macroeconómicas en general), solo podían ser concebidas en el seno de una integración de carácter esencialmente político. No otra implicancia podría inferirse del hecho de que los científicos políticos sostuvieran que “en Latinoamérica como efecto de la globalización económica (…) las relaciones de interdependencia son cada vez más efectivas y vinculan las más diversas áreas, obligando a una más efectiva coordinación de políticas”. (Rojas y Altmann, 2006, p.17)

Si bien, y al menos en principio, tal ha sido la causa-fuente sobre la que se instituyó la construcción del paradigma de integración que siguió el Mercosur, es necesario hacer ciertas consideraciones. Al respecto, ha de reconocerse que la constitución de un proceso de integración como el analizado requirió, al menos de un modo incipiente, de

una voluntad política manifiesta que consensuara y legitimara ciertos presupuestos o precondiciones fácticas que procesos como el mentado requirieron: tómese, por caso, la transferencia de soberanía a los efectos de crear derecho derivado o posibilitar que las partes en conflicto soslayen sus diferendos ante un tribunal jurisdiccional o arbitral. Pues bien, entendidos los procesos de integración cual el Mercosur como inequívoca inferencia o necesaria institucionalización de tal designio político, debe colegirse, por lo tanto, cuál fue su finalidad última. Ha de merituarse, asimismo, el hecho de que no existiría, para el período sub examine, inconsistencia alguna en postular, por un lado, que las sinergias de las cuales se nutre un proceso de integración determinado podían ser entendidas como esencialmente políticas y que, a su vez, los fines de tal proceso podían revestir igual condición.
A los efectos de abordar las implicancias y fines propios de la historicidad de un proceso de integración como el citado, no podría prescindirse del aspecto comercial: en la inteligencia de lograr una integración regional profunda tales consideraciones económicas son válidas y, en definitiva, necesarias, pero no dejan de ser un mero estadio de un proceso más omnicomprensivo y totalizante. Tal ha sido la perspectiva bajo la cual se bosquejó la mentada integración en países como Brasil, al menos a partir de la gestión del canciller Luiz Felipe Lampreia, bajo la presidencia de Cardoso, gestión en la cual las discusiones sobre política externa estuvieron estrechamente relacionadas al interés nacional vinculado a una concepción de desarrollo económico, que conllevaba la inserción competitiva en la economía mundial a través de la liberalización del comercio y la integración regional. A lo largo de dicha gestión, la política externa debía incorporar un conjunto de objetivos macroeconómicos, entre ellos la reducción de la vulnerabilidad y dependencia externa de la economía, la creación de una base económica ampliada que contribuya a dar credibilidad a la expansión comercial externa y el avance en la formulación de las entidades económicas internacionales. Todos estos aspectos se reflejaron en la importancia dada al comercio exterior brasileño como propulsor del crecimiento económico del país y las prioridades establecidas en materia de política externa (Cortes, 2003).      
En tal orden de ideas, la determinación de la relación de causas o contingencias de carácter mercantil o incluso financiero resulta también necesaria: en la inteligencia de abogarse por una perspectiva tributaria a la consolidación de aquellos procesos de integración que han de entenderse como solidarios a los fines últimos que permitan explicar cómo ha de aprehenderse un desarrollo económico relevante para la región, la estadística no solo es suficiente, sino, por demás, necesaria.

MATERIAL Y MÉTODOS
Se realizó una revisión bibliográfica de artículos y documentos de trabajo, escritos en español o inglés y publicados entre 1991 y 2017, orientados al análisis de los principales procesos de integración económica en el bloque de referencia. En este sentido, el presente trabajo se estructuró en función de los aportes de estudios provenientes de economistas y científicos políticos de la región que adscribieran a una heurística economicista más filiada en consideraciones de carácter político.
Asimismo, y debido a que la heurística del presente trabajo busca reivindicar el sentido de la integración regional en el seno del Mercosur desde una perspectiva eminentemente endógena, se apeló a las obras de aquellos investigadores nativos a la región; ponderándose especialmente aquellos aportes que hubieran sido elaborados por profesionales cuyo trabajo hubiese sido particularmente considerado (desde la academia, o desde la propia praxis) por las élites gobernantes de turno. Las referencias a Lampreia o a Lavagna proveen a tal heurística.
Por último, se ha abocado al estudio de la influencia política y económica de Brasil en el bloque de referencia, desde que el mismo constituye un factor o elemento preeminente en la distribución de poder político y económico en la región.

RESULTADOS

Si bien las consideraciones mercantilistas son relevantes, habían de ser concebidas meramente como una premisa para la consecución de un decurso o ideal político más extenso. Tal fue, al menos, el caso de Brasil hasta la presidencia de Temer: su integración en el Mercosur respondió a una estrategia de política exterior más amplia que requería, primeramente, dotar de ciertas condiciones y capacidades a tal ámbito de integración para emprender, a posteriori, una diplomacia más ambiciosa y, por sobre todas las cosas, más provechosa a sus intereses en el mediano plazo que la que se consideraba podía lograrse sin tal Mercosur.
En líneas generales, la estrategia de Brasil fue históricamente la propia de un global trader con implicancias localistas, dado que, al menos desde la presidencia de Cardoso y, especialmente la de Lula da Silva, se había intentado reforzar, por diversos mecanismos, el proceso de integración, y en general, la unión regional sudamericana. Bien refiere Faria (2006) que ello supuso consolidar una fuerte mirada en lo que parece ser el interés nacional, [dado que] sus prioridades pasaron a ser la integración sudamericana, la consolidación de alianzas con los países del Sur y el fortalecimiento de la posición negociadora del país en foros de comercio internacional.
Si bien la doctrina coincidía en que tal énfasis en el Mercosur y la integración sudamericana se dieron en la mentada gestión, tal escenario no suponía sino la conclusión de un extenso decurso histórico (Gudynas, 2006) cuyos inicios pueden remontarse, como ya se sostuvo, a la Declaración de Iguazú, e incluso antes: las diferentes iniciativas de integración que han ido desarrollándose desde los años 60, reflejan una impronta integracionista que podría calificarse “al estilo latinoamericano”: se proclamaba la integración en el discurso pero no se definía un objetivo político común. Los países eran extraños los unos a los otros, defendían modelos integracionistas opuestos, y las relaciones se basaban en el desconocimiento mutuo y en percepciones de conflicto. En gran medida, el Mercosur viene a romper con ese modelo. El acercamiento argentino-brasileño, la desaparición de las hipótesis de conflicto y el crecimiento del comercio bilateral y regional a niveles nunca antes alcanzados, permitieron pensar que las condiciones de fortalecimiento de la región para su inserción internacional comenzaban a darse (Saccone, 2009)
En tal sentido, ha de insistirse en la validez de aquella tesis que hizo subyacer la instrumentación de políticas estrictamente integracionistas a objetivos estrictamente políticos. Si bien es materia discutible que tales objetivos no hayan sido capaces de explicar per se la emergencia del Mercosur dentro del escenario sudamericano décadas atrás, hasta el fin del gobierno de Dilma revistieron implicancias fatalmente inevitables para Brasil. Tal aserción se funda en el hecho de que tanto Argentina como los socios menores del Mercosur habían estructurado, a lo largo de la vida del mismo, su estrategia de integración en virtud de intereses económicos ambiguos y, por demás, poco definidos. Por el contrario, Brasil había sabido subordinar su condición de firme defensor del multilateralismo y las asociaciones comerciales regionales a un programa de inserción internacional coherente, conciso a lo largo del tiempo y, por sobre todas las cosas, sugestivamente pragmático.
La mentada suponía una visión enérgicamente tributaria de consideraciones de mediano y largo plazo. Brasil intentó hacer converger una plataforma político-económica de inserción productiva internacional abierta, propia de un global trader, con las eventuales ventajas que una integración sólida, y de corte esencialmente político –como la del paradigma de Mercosur que propugna-, podían proveerle. Tal estrategia propendía, en definitiva, a lograr una integración amplia dentro del comercio y el multilateralismo mundial, asegurando, de todos modos, una cierta autonomía relativa, “reflejo del antiguo pragmatismo brasileño donde el eje identitario de la política exterior es el mismo Brasil y no el Mercosur” (Saccone, 2009).
Entre otros múltiples fines, puede decirse que la estrategia de global trader, amalgamada por un sesgo de autonomía relativa, se dirigió a dar énfasis a un esquema de cooperación internacional que permitiera mejorar la competitividad brasileña, buscar obtener una mayor y más adecuada participación en el proceso decisorio regional y mundial, tanto en los foros políticos como económicos, así como también ampliar el conjunto de relaciones exteriores con la finalidad de consolidar la estabilidad económica y el desarrollo sustentable, buscándose, tal como lo definiera en su momento el otrora canciller brasileño Lampreia, “conciliar la inserción al proceso de globalización con el mantenimiento de una diversificación de materias político-económicas, un relativo margen de autonomía y el cuestionamiento puntual a ciertas reglas del orden internacional”  (Saccone, 2009).
Sucede que, en definitiva, no se trataba de una mera concatenación de decisiones relativas al diseño de una estrategia geopolítica determinada: existía, de modo forzoso e irremediable, una relación causal entre ellas. A los efectos de denunciar –y eventualmente innovar- la estructura del orden mundial imperante, se requería de tal margen de autonomía relativa, la cual podía subyacer a la unificación de ciertas determinaciones políticas en conjunto adoptadas por ciertos Estados; en este caso, aquellos que conformarían, en el supuesto en estudio, el Mercosur.

En tal proceso de integración, y dadas las actuales contingencias, tal denuncia resulta difícilmente practicable. Ello desde que en su actual conformación los Estados de tal bloque (así como sus asociados) se han mostrado reacios, sino indiferentes, a la adopción de una política externa común y por sobre todas las cosas, consistente con un desarrollo profundo del proceso de integración bajo estudio. Relevantes sectores políticos en Uruguay manifiestan un creciente interés por abandonar el Mercosur y celebrar eventuales tratados de libre comercio con los Estados Unidos (El Observador, 2018), Chile ha instituido ya como único interés rector de su política exterior el desarrollo de vínculos estrictamente comerciales, extremo con el que pareciera comulgar la propia administración de Macri y Temer en función del culto, por parte de ambas, a la Alianza del Pacífico (Mercopress, 2017)
Por otro lado, Argentina, Bolivia y Paraguay, históricamente han gestionado sus relaciones con el Mercosur de modo absolutamente inestable, en función del criterio de la administración de turno, bajo el sugestivo rótulo de lo que se ha dado en llamar la diplomacia de los presidentes, cuyas limitaciones y condicionamientos estructurales fueron por demás evidentes: el problema está cuando las relaciones interpersonales dejan de funcionar y cualquier tensión o crisis transforma a la cooperación e integración entre los estados en blanco de factores que pueden provocarle su debilitamiento internacional. En este sentido, la precariedad de la diplomacia de los presidentes implica un riesgo político para los Estados (Miranda, 2004).                        

Por el contrario, y hasta el comienzo de la administración de Temer, el desempeño de la diplomacia brasileña había sido uniforme y constante a lo largo de la existencia del Mercosur. Incluso cuando, bajo la presidencia de Fernando de la Rúa, el gobierno argentino practicaba una “…política de aislamiento suicida en el Mercosur…” (Gabetta, 2000), su entonces par brasileño, Fernando Enrique Cardoso, reafirmó que se mantendría la estrategia de celebrar acuerdos bilaterales con distintos estados latinoamericanos (con Venezuela y México se habían celebrado tratados recientemente) en pos de seguir consolidando una integración comercial y política profunda, cualquiera fuese la postura de su mayor socio económico, la República Argentina (Gosman, 2000).
Frente a tal decurso histórico debe referirse que, en muchos casos, la falta de cohesión interna de los estados de la región para bosquejar un programa de integración profunda ha sido plenamente funcional a los intereses de los EE.UU. La política exterior de este último se instrumentó, sobre todo en la última administración de Obama, en la celebración de tratados de libre comercio (liberalización competitiva) con países con escaso margen de negociación, dada su condición de subdesarrollo o poseer un grado de desarrollo relativamente incipiente. Debe referirse, en el punto que pese a ciertos giros agresivos por parte de Trump , tómese por caso: la retirada de los EE. UU. del TPP (Bassets, 2017), dicha política comercial se ha moderado  (Carelli Lynch, 2017), dándose así una cierta continuidad con el esquema de integración de Obama.
En ese sentido, tal política puede ser explicada por la estrategia norteamericana que involucra criterios económicos, políticos y de seguridad en la elección de sus socios en el ámbito comercial. En relación con América Latina, esos acuerdos representan no solamente ganancias comerciales, sino también presencia política en la región. Se cree que la integración comercial beneficiará la prosperidad norteamericana (...) además de comprometer el apoyo a los valores norteamericanos (Lizano y Hernández, 2008).

En virtud de lo hasta aquí consignado, la necesidad de avocarse al estudio de la que fuera la estrategia brasileña de integración en la región resulta imperiosa: la autonomía relativa a la que se hiciera referencia anteriormente, pretendía reducir la influencia estadounidense. Tal autonomía debe entenderse como la premisa de una integración más profusa con el Mercosur, y de allí, al mundo. El Mercosur, bajo la otrora perspectiva brasileña, no podía sino bosquejarse como un conjunto de Estados con una necesaria identidad de valores e idiosincrasias, pero, sobre todo, de objetivos. Tal espacio debía ser promovido en la inteligencia de lograr un desarrollo económico expeditivo, al tiempo que había de concebirse como un medio para fortalecer la capacidad autónoma de negociación de sus países miembros en cualquier foro internacional. Se trataba de la adopción de una política muy activa, propensa al reconocimiento de los intereses de los mentados Estados dentro de la comunidad internacional, la que les hubiese permitido limitar, en tal ámbito, sus debilidades estructurales, entre otras, su bajo Producto Bruto Interno (en términos relativos) y su escasa densidad poblacional.
Asimismo, resultaba necesaria una integración profunda toda vez que sus propósitos eran esencialmente solidarios al desarrollo económico y a la consolidación de la soberanía estatal a los efectos de promover un conjunto de políticas para alcanzar tales fines. Por otro lado, suponía un desarrollo alternativo a una integración meramente económica, la cual podía, incluso, desplazar a aquella de carácter esencialmente político, y cuyos riesgos no deben -incluso hoy- menoscabarse: en el terreno de la integración se repiten medidas comerciales convencionales que generan un entramado “rígido” que termina imponiéndose sobre las aspiraciones de la integración, que es “blanda” (…) Esta disociación siempre termina en que las medidas comerciales convencionales se impongan incluso sobre los mejores propósitos integracionistas (Gudynas, 2006).        
En efecto, ha de volverse aquí sobre la que fuera la respuesta de la región respecto a la eventual celebración de un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas en el pasado: no fue sino la negativa de Brasil y más tímidamente la del Mercosur en su totalidad, relativa a aceptar un tipo de acuerdo comercial bajo los lineamientos norteamericanos, el mayor obstáculo que hubo de enfrentar tal proyecto de liberalización mercantil. Aceptar dicha posición hubiera implicado claudicar frente a lo que se entendía constituían intereses antagónicos al desarrollo comercial del Mercosur de ese entonces, intereses relativos a compras gubernamentales, inversiones, telecomunicaciones, servicios y propiedad intelectual, áreas en las que el Mercosur era y es sensiblemente menos competitivo que sus vecinos del norte (Naciones Unidas, 2006, 28-34).

Por otro lado, del mismo modo que acaeció con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) no se habría promovido una convergencia económica (Lizano y Hernández, 2008) con los dos Estados económicamente más pujantes del futuro acuerdo, Estados Unidos y Canadá, y mucho menos se habría indagado como favorecer el desarrollo de las regiones más atrasadas y olvidadas del continente, tal y como acaece en modelos de integración más profundos (léase Unión Europea) que una mera Zona o Área de Libre Comercio.
Ahora bien, en todo caso constituyen materia debatible las propias consideraciones finalistas y de valor que subyacen a la celebración de un Acuerdo de Libre Comercio (por caso, aquel entre la Unión Europea y el Mercosur): tal no es, en modo alguno, el objeto del presente trabajo. Lo que se intenta referir es la relativa debilidad en la que se entendía se encontraban los países del bloque sudamericano para enfrentar procesos de integración y diálogo con fuertes condicionamientos políticos, los cuales podían importar, en muchos casos, una marcada distorsión en términos de capacidad negociadora  (Marchini, 2017).
En muchos supuestos, tal debilidad estructural para negociar se hacía aún más evidente cuando la propia contraparte, por consideraciones ideológicas o esencialmente materiales, no podía o sencillamente no deseaba otorgar ventajas que permitieran amalgamar (al menos en parte) las consecuencias de emprender una negociación comercial en tales términos. Frente al hecho de que los países integrantes del Mercosur no bosquejaron estrategias de política exterior de cuño industrialista y, en muchos supuestos, adoptaron cursos de acción indiferentes e incluso contrarios a la suerte de tal proceso de integración, el modelo de integración que se practicara en Brasil se tornaba necesario, y, a lo más, provechoso. Incluso actualmente, y bajo la presidencia de Bolsonaro, la propia estructura productiva requiere de mercados externos susceptibles de absorber toda la producción que su desarrollo manufacturero y tecnológico provea, so pena de ahogar tal expansión industrial antes de lograr consolidarla. Por otro lado, existe una marcada e indeleble comunidad de intereses entre todos los miembros del Mercosur, la cual se haría incluso más patente en tanto se adapte una estrategia desarrollista, tal y como lo hiciera antaño Brasil, y cuya aplicación importaría la obtención de efectos harto provechosos para la región al promover el impulso de los sectores más pujantes y de mayor valor agregado.

DISCUSIÓN
En conclusión, los resultados mostrados dan cuenta de que estudios previos coinciden en la posición de que la estrategia brasileña adoptada en los últimos 20 años, ha respondido a un programa de inserción internacional coherente, conciso a lo largo del tiempo y sugestivamente pragmático, sin dejar de lado las políticas asociadas al fortalecimiento de su autonomía relativa. No ha de interpretarse que el sesgo que Itamaraty pretendiera imprimirle al Mercosur sea aquel que se concibe en términos clásicos, vale decir, de opresión. No solo por el hecho de que las condiciones materiales no están en modo alguno dadas para la viabilidad de tal supuesto; la economía de Brasil no es lo suficientemente grande, en términos relativos, como para hacer asequible tal esquema de dominación, sobre todo en relación a miembros como Argentina-, sino por el hecho de que, dados los propios designios y aspiraciones de Brasil, tal programa ha de ser, forzosamente consensuado. Y, naturalmente que, en la medida de que sea consensuado habrá de circunscribirse a un dialéctica y objetivos por demás, comunes.

 

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